infancias inocentes

múltiples    inocentes    consumistas    tecnológicas

 

¿Qué significa el discurso

de la inocencia?

 

¿En qué momento debemos empezar a preparar

a los niños y niñas para poder entender y participar

en el mundo actual?


cosas

Miguel Brieva.  FUENTE: http://www.clismon.net/

La inocencia como característica de una edad mítica donde las niñas y los niños se encuentran en un estado puro, sin influencias culturales de ningún tipo, es al mismo tiempo un deseo y un discurso. Según Henry A. Giroux (2003), el discurso de la inocencia se estructura alrededor de la idea de un estado natural, opuesto a construido, como una forma de negar los efectos de los problemas sociales reales de los niños/as. Una apropiación romántica que contiene, reifica y debilita a niñas y niños, debido a que conlleva la pérdida de su capacidad de actuar, y los posiciona como objetos y no como sujetos de derechos. Además, dice Giroux que “cuando la idea romántica de la inocencia del siglo XVIII pierde su relevancia, la infancia se reinventa, en parte, a través de los intereses del capital empresarial” (p. 26).

Ideas e intereses que coexisten hoy en día y sitúan el concepto de infancia en categorías dicotómicas. Así pues, el concepto de infancia, inmerso en un ideal de consumismo y confort (que confunde deseo y realidad), se estructura delante de las vidas de las niñas y los niños “otros”, las infancias del hambre, del abuso y del trabajo, las NO infancias.

Porque en realidad, y de acuerdo con David Buckingham (2002), la historia de la infancia es más una historia de las ideas de los adultos sobre esta, que la realidad de la vida de las niñas y los niños; recrea fantasías románticas seductoras que evocan a un jardín idílico donde las criaturas podían jugar libremente lejos de toda contaminación. Pero además, es también un medio con el cual los jóvenes y los adultos afrontan sus propios conflictos sobre la infancia: “Esas imágenes y esos textos no son solo la encarnación de ideas sobre la infancia, sino también sobre la propia infancia de sus autores: los sentimientos de miedo, de angustia, de lástima, de nostalgia, de placer y de deseo. Como tales, nos dicen mucho más sobre los adultos que sobre los niños” (p. 47). Unas fantasías entre las cuales los mismos niños y niñas van creciendo y de ahí que lleguen a nuestra Facultad pensando que la infancia es la mejor etapa y la más bonita de la vida, porque « el niño » es inocente y vive la vida como se debe vivir, sumergido en un recuerdo mágico, lleno de momentos alegres…, (veure Molet, Bernad, Mateo, 2013).

Las propias teorías educativas – unas más que otras- han participado en la construcción de esta fantasía. Según Hannah Arendt (2003: 281) el criterio pragmatista sostenido por la educación moderna, basado en la creencia que aprender es igual a hacer, ha ido relegando el esfuerzo que conlleva la adquisición de conocimientos y saberes. Un criterio que ha sido dirigido, en gran parte, a borrar la distinción entre juego y trabajo, a favor del primero:

.Se consideró que el juego era la manera más vivaz y apropiada de comportamiento para el niño, la única forma de actividad que se desarrolla  espontáneamente desde su existencia como niño. Solo aquello que se pueda aprender a través del juego hace honor a la vitalidad de los pequeños. La actividad infantil característica, se pensó, reside en el juego; el aprendizaje que, como se entendía antiguamente, obligaba a una criatura a una actitud pasiva le hacía perder su iniciativa lúdica personal. (Arendt, 2003:282)

Y, ciertamente, esta creencia mantiene a las criaturas, aunque ya no lo sean, a un nivel de infante a lo largo del mayor tiempo posible, dejando de lado eso que debería de preparar para el mundo de los adultos

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 La infancia adulta. Durante los últimos años las nuevas generaciones adoptan roles que no pertenecen o no asociamos a su edad o a su nivel madurativo. También podemos ver y encontramos este caso a la inversa, gente adulta que se comporta o tiene un nivel madurativo inferior a la edad que le corresponde.  

(Sebastià, Raúl i Sergi. 1º de Doble grado, curso 2014- 2015).

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