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Rosa Siré. L’altra llum, 1994.

Rosa Siré, La otra luz, 1994

La cultura visual proporciona placer estético; sin embargo, no todas las obras de arte son bonitas y agradables, ni todas las imágenes proporcionan una gratificación instantánea. Pueden ser complejas y requerir un esfuerzo mental, como en el caso del arte conceptual, más placentero para el intelecto que para los sentidos. Juan Soto Ramírez (2012: 222) nos dice que el disfrute, el gusto y la emocionalidad suelen ir juntos; ahora bien, estas emociones no requieren imágenes de calidad. Más allá del disfrute, está la delectación, escribe Soto Ramírez, que va unida a la apreciación. Apreciar una película implica, entre otras cosas, reconocer los emplazamientos de cámara, la angulación, etc., mientras que se puede disfrutar de una película habiéndose “enganchado” emocionalmente a la historia y habiendo llorado al final. Según este autor, “la distancia entre el placer y el deleite es demasiado grande. Deleitarse con el trazo escénico, el montaje interno o la composición de la fotografía es muy diferente que simplemente identificarse con la trama “(2012: 222). Además, hay una gran variedad de placeres estéticos; se pueden conseguir con el visionado tanto de obras punzantes, como las de Käthe Kollwitz, como otras más sosegadas, como los rostros de chica de Jaume Plensa.

Käthe Kollwitz The baby's head on his mother's arms, 1900

Käthe Kollwitz: The baby’s head on his mother’s arms, 1900. FUENTE: http://deborahwatkinspaintings.com/?p=29

 

 

Jaume Plensa. Sho, 2009.
Jaume Plensa, Sho, 2009. FUENTE: http://saintluciasculpturepark.com/portfolio/jaume-plensa/

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