Shirin Neshat. Rebelión divina, 2012. FUENTE: http://www.metalocus.es/content/es/blog/escrito-en-el-cuerpo-por-shirin-neshat
Maria Ruido (2007) destaca la importancia que algunas teorías feministas y posiciones queer han tenido y tienen en la actual composición del pensamiento y de las prácticas políticas contemporáneas. “En sus análisis, estas mujeres no sólo subrayan la existencia de una serie de actividades (normalmente realizadas por mujeres) devaluadas y condenadas a la invisibilidad, a la gratuidad ya la categoría de no trabajo, sino que también insisten en la necesidad de poner en el centro de la cuestión económica la lógica de la sostenibilidad en vez de la lógica de la acumulación “(p. 16). En un sentido similar, Montserrat Galcerán (2011) señala la contribución de algunas feministas, a la consideración social de ámbitos del vivir antes reservados a la esfera privada, especialmente todo lo relacionado con la conservación y la reproducción de la vida, incluidos el cuerpo y la sexualidad. Se refiere a la manera como conceptos filosóficos clásicos, como los de naturaleza y vida (marcados anteriormente con una aureola de misterio y impenetrabilidad) son utilizados en un sentido diferente; dejan de ser considerados como algo natural para ser tratados como procesos sociales que requieren tareas determinadas y políticas específicas. La filosofía de Rosi Braidotti (2009) es un buen ejemplo, pone la vida (bios / zoé) en el centro de toda epistemología, una idea de vida que fluye entre los cuerpos y los seres vivos, y que no pertenece a ninguna : “la vida que alienta en mí no lleva mi nombre, “yo” la habito como en un tiempo compartido” (p. 343). Desde una óptica vitalista, Braidotti coloca la sostenibilidad como fundamento de supervivencia en el actual escenario de globalización.
Sigalit Landau. Laces, 2011. FUENTE: http://www.sigalitlandau.com/page/video/Laces.php
Si la tensión clave del sistema capitalista en su versión neoliberal radica en la lógica del capital enfrentada a la lógica de la vida, desplazar el debate desde los mercados a los procesos que sostienen la vida y enfocar el sistema reproductivo históricamente invisibilizado, es una importante aportación la comprensión de la sociedad contemporánea. La acumulación capitalista se sigue alimentando de la inmensa cantidad de trabajo no remunerado y de la devaluación sistemática del trabajo reproductivo, lo cual se traduce también en la desvalorización de grandes sectores del mundo proletario relacionados con este tipo de trabajo.
Eulália Valldosera. Abrazo (Serie Dependencia Mutua), 2010. https://metaforasyvicios.wordpress.com/2012/05/23/maneres-de-sentir-el-museu/
Silvia Federici (2013) nos ofrece un interesante análisis del capitalismo, relacionando el trabajo asalariado y el reproductivo, desde una perspectiva de género. Se ocupa de teorizar sobre el trabajo doméstico, un tipo de tareas reproductivas tradicionalmente adjudicadas a las mujeres, que, a pesar de los cambios acaecidos en el sistema capitalista, nunca han sido industrializadas. Es muy adecuada la crítica que lleva a cabo respecto a las nociones de trabajo afectivo (TA) de Negri y Hardt. Lo que estos autores ven como una forma de trabajo más creativa y autónoma (comparada a la anterior cadena de montaje fordista), Federicci la identifica como mecánica y alienante:
“Las relaciones que se dan entre camareras o dependientas y clientes, entre niñeras y los niños, entre enfermeras o celadores y pacientes de los hospitales, no son productoras espontáneas de «el común». En el puesto de trabajo neoliberal, donde la falta de personal hace que las aceleradas estén a la orden del día y la precariedad genera altos niveles de inseguridad y ansiedad, el TA es más propicio a las tensiones y los conflictos que el descubrimiento de los comunes. De hecho es una ilusión creer que en un régimen en el que las relaciones laborales están estructuradas en beneficio de la acumulación, el trabajo pueda tener un carácter autónomo, estar autoorganizado y escapar a mediciones y cuantificaciones” (2013, p. 200) .
Silvia Federici propone la colectivización del trabajo reproductivo y pone en el centro del análisis económico las experiencias colectivas y las luchas que las mujeres han acumulado en relación a la invisibilidad del trabajo doméstico, una historia que es parte esencial de la resistencia al capitalismo. Lo cual no quiere decir naturalizar el trabajo doméstico como una vocación femenina, sino mostrar el rechazo a la obliteración de estos hechos, y destacar la relevancia de contemplar todos estos aspectos, dado que obviarlos debilita una teoría que pretende ser transformadora.